Sofía Rodríguez, colaboradora de UniCo, conversa con el equipo de correctores del diario oficial El Peruano para conocer de primera mano el día a día de estos profesionales cuya misión «va más allá de la sintaxis y la ortografía; también deben velar por el contenido y alertar a los editores sobre posibles confusiones, datos  erróneos, etc.».

Retos por cumplir

Asignados a tres áreas, los correctores del diario oficial del Perú conforman el equipo más grande de profesionales de la corrección del país.

Arnaldo César Linares, jefe de corrección de El Peruano, me recibe en el local del centro de Lima para conversar sobre su trabajo y sobre el equipo que coordina. Los directivos saben de mi visita y me esperan para saludarme. Es un ambiente grato, de prensa, de gente entrando y saliendo, de varias islas de trabajo en reuniones previas al inicio de la jornada. Los televisores de la gran sala de redacción evidencian que el trabajo consiste en estar muy informados y alerta a lo que ocurre en el país y en el mundo, pero sobre todo en lo que respecta al Gobierno peruano. Es martes, día de descanso de la única correctora, Julia Espinoza, a quien conozco hace varios años y a quien no pude ver esta tarde.

El Peruano fue fundado el 22 de octubre de 1825 por Simón Bolívar. Cuenta con tres cuerpos de publicación regular: el diario, de contenido meramente informativo; el «Boletín oficial» y las «Normas legales». En el diario oficial todos, todo el tiempo, están pendientes de las actividades del presidente de la República, de los ministros de Estado, del Congreso de la República, del Poder Judicial. En el diario, que se publica en edición impresa y digital, la sección de corrección debe esperar a que llegue el material para la edición diaria, generalmente al finalizar la tarde; en otros momentos avanzan la revisión de notas inactuales para la edición del fin de semana o los suplementos, como la revista cultural Variedades.

Me cuenta Javier Valdivia, miembro del equipo y abogado de profesión, que lo mejor de trabajar en el diario es relacionarse con excelentes personas, como sus compañeros de área. Además de Linares, quien no solo coordina, sino que corrige como los demás y es el último en salir del periódico, Valdivia y Espinoza, el grupo lo integran otros dos correctores.

Actualmente, el manual de estilo está en evaluación, quién sabe si por esta razón los correctores sienten que su trabajo está más recargado. Me dicen que con el manual los redactores ya estaban entrenados, sabían qué palabras no utilizar o cómo presentar sus textos. Hoy se encuentran con los mismos errores todos los días; por ejemplo,  han  detectado que los redactores usan en demasía el verbo «buscar»: la ley busca, el Gobierno busca, se busca mejorar… y tienen que idear a diario con qué verbos remplazarlo —como proponer, desear, plantear, propiciar—. Hasta acá parece que nos estuvieran contando lo que ya sabemos sobre la corrección en general; sin embargo, no lo es exactamente. Por el sistema de trabajo y los temas que revisan, muchas veces deben enviar sus propuestas a consulta. En el ámbito político, cambiar una palabra puede distorsionar el mensaje, por ello son cautos y están muy atentos a lo que hacen. En el diario, la misión de los correctores va más allá de la sintaxis y la ortografía; también deben velar por el contenido y alertar a los editores sobre posibles confusiones, datos  erróneos, etc. Tienen libertad de cambiar párrafos enteros, «por eso exijo que dominen la escritura y la redacción», me dice Linares, quien añade que generalmente solo hay tiempo para una lectura, un motivo más para concentrarse en la revisión.

Las secciones «Boletín oficial» y «Normas legales» trabajan a otro ritmo y con otro sistema. Ambas publicaciones son de mayor extensión que el diario y también tienen correctores: nueve la primera, ocho la segunda. Linares solamente coordina el equipo del diario; los correctores de los boletines están bajo la supervisión de los jefes de área. En total suman veintidós correctores de planta, que es el mayor número en una empresa periodística peruana. Contrariamente, en otros diarios peruanos los equipos de control de calidad están integrados cada vez por menos correctores.

«Normas legales»

Como anuncia su nombre, en este cuerpo se incluyen las leyes, modificaciones, decretos, resoluciones, etc., de todo el aparato estatal; por esa razón, el equipo de trabajo es especial y está integrado, en su mayoría, por abogados. En esta área, la tensión es mayor por lo delicados que son los textos que deben revisar. «Imagínate que salga una ley con un asterisco en vez de un ocho», me dice Víctor Tataje, literato de formación que lleva veinticinco años en el equipo de corrección. Me cuenta que empezó trabajando en WordPerfect —hace siglos, dice, y reímos todos—. Más que corregir propiamente, este equipo verifica la transcripción del texto legal: línea por línea, letra por letra. «No puede quedar un 5 en vez de una S», dice Tataje.

Como es de suponer, gran parte de los textos deben ir a la etapa de consulta a cargo de un equipo de analistas legales que verifican el trabajo de los correctores y el contenido de las publicaciones. La mayoría de las veces llegan casos a consulta porque la redacción jurídica presenta terminología muy especializada, difícil de entender. En esta área es difícil transformar la redacción de las leyes. «A veces no aceptan nuestras propuestas de cambio, debido a que la redacción proviene de alguna entidad y debe mantenerse tal cual», dice Tataje. Su frustración es comprensible, pues como profesional desea que los textos lleguen a la población y sean comprendidos. «Las leyes no se publican solo para los abogados —opina—, sino para los ciudadanos». Además, en todo texto es imprescindible la lectura previa por un profesional para que detecte incoherencias, y las normas y leyes pueden llegar con distorsiones o con errores de contenido. Me cuentan que han detectado que una ley contradecía el contenido de otra, por ejemplo; casos reales que ponen en evidencia la importante labor de los correctores.

La carga laboral es intensa; la lectura durante horas y la presión que pesa sobre ellos puede llegar a saturar y cansar, pero el equipo muestra siempre un entusiasmo que hace llevadera la convivencia. Saben que por sus ojos  pasan todas las normas y que una distracción suya puede originar graves problemas. Tienen infinidad de anécdotas sobre errores salvados, pero son cautos al no decir nombres o dar más detalles, como el médico que guarda reserva sobre sus pacientes.

La tarde termina, no pude agotar todos los temas; además, mis colegas deben empezar la jornada en el diario y en los boletines. Les espera una noche larga.

Artículo publicado en el número 11 de Deleátur, la revista de los correctores de texto de UniCo. Consulta los números anteriores de Deleátur aquí.

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